22 noviembre 2005

MARTES II

Os dije que iba a poner algo de Carlos Herrera, pero despues he visto esto de Perez-Reverte y me ha parecido mejor idea. Dejo a Carlos para otro dia.

" El culo de las señoras.

Acorralado el sentido común hasta el
límite de la más flagrante gilipollez.

Vade retro. Cuidado con esas
alegrías y esos sobos. También está mal visto tocarles el culo a las señoras,
incluida la propia. Hace unos días, las feministas galopantes se subieron por
las paredes a causa de un anuncio publicado en la prensa –«La puerta de atrás
del cine», decía el texto– donde una foto de espaldas de la pareja formada por
un presentador y una actriz, posando frente a los fotógrafos, mostraba la mano
de él situada sobre el trasero de ella. Pese a que la imagen –publicada en El
País– fue elegida por un equipo de marketing compuesto por ocho mujeres y dos
hombres, todos por debajo de los cuarenta años de edad, las furiosas críticas
hablaron de atentado contra la dignidad de la mujer, de incitación a la
violación, de «dar por supuesto que las mujeres están para satisfacción sexual
de los varones», y de publicidad ilícita por utilizar el cuerpo femenino, o
parte del mismo, «como mero objeto desvinculado del producto que se pretende
promocionar». Tela. Cómo sería la cosa, que incluso la directora general del
Instituto de la Mujer tomó cartas en el asunto, asegurando que la imagen de ese
anuncio era «vejatoria para las mujeres», y las reducía «a un simple objeto
sexual al servicio de los hombres, claramente ofensivo para las lectoras». Por
supuesto, el apabullado diario en cuestión, por tecla de su defensor del lector,
dio en el acto la razón a las feministas y pidió disculpas. No era nuestra
intención. Cielo santo. No volverá a ocurrir, etcétera. Y las niñas de la
matraca se apuntaron otra. Así van ellas de crecidas. Que se salen.A ver si nos
aclaramos. Una cosa es que las erizas, cabreadas con motivo y en legítimo
ejercicio de autodefensa, marquen con claridad las reglas del juego:
intolerancia absoluta frente a machismo y violencia sexual. Eso es lógico y
deseable, y ningún varón decente puede oponerse a ello. Por lo menos, yo no
puedo. Ni quiero. Pero otra cosa es que, jaleadas por demagogos oportunistas,
acatadas sin rechistar sus exigencias por quienes no desean buscarse problemas,
una peña de radicales enloquecidas mezclen de continuo las churras con las
merinas, empeñadas en someternos a la dictadura de lo socialmente correcto,
retorciendo el idioma para adaptarlo a sus atravesados puntos de vista,
chantajeándonos con victimismo desaforado, acorralando el sentido común hasta el
límite de la más flagrante gilipollez. Y al final conseguirán que retrocedamos
en el tiempo, que no se distinga socialmente el acoso sexual del simple ligoteo
de toda la vida, que un amante se convierta en violador y deba avergonzarse de
sus gestos en público, y que todo cuanto tiene que ver con la belleza de los
cuerpos y la deliberada, consentida, gratificante y necesaria relación física
entre hombres y mujeres, produzca recelo y se rodee de un ambiente sórdido y
clandestino. Esa panda de tontas de la pepitilla va a lograr que todo parezca
malo y obsceno otra vez, y que a los críos se los eduque de nuevo en la
hipocresía de hace cuarenta años, cuando en los cines se censuraban escotes,
faldas cortas y escenas de besos, y los obispos de turno –también diciendo velar
por la dignidad de la mujer– le ponían a todo la etiqueta del pecado.Respecto a
los culos de señoras en concreto, qué quieren que les diga. Que me fusilen las
talibanes de género y génera, pero he puesto la mano en alguno, como todo el
mundo. Y creo recordar que no sólo la mano. La verdad es que nunca se me quejó
nadie. Incluso, puestos a echarnos flores, lo que también hicieron algunas
señoras fue poner la mano en el mío, con perdón, sin que nadie las obligara. En
el mío como en el de cualquier varón normalmente constituido que les apetezca,
supongo, y con el que exista la intimidad adecuada para el caso. Porque
afortunadamente –y que no decaiga, vive Dios– también ellas se las traen, cuando
quieren traérselas. Además, no sé por qué diablos dan por supuesto las
integristas de los huevos que todas las mujeres se sienten, como ellas,
ofendidas cuando un hombre les pone la mano en el culo. Sobre todo si ese hombre
lo hace seguro del terreno que pisa, y con consentimiento expreso o tácito del
culo en cuestión. El sexo es una calle de doble sentido, y ahí precisamente
radica la maravilla del asunto. En el toma y daca. A ver qué tiene que ver el
culo con las témporas. Coño.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Her, que genial, bueno, que genial Pérez Reverte por lo que escribe y tu por acercárnoslo. Muy bueno.

Saludos y besos

Anónimo dijo...

A mí este hombre me encanta y no voy a decir nada más que estoy de acuerdo!!!!! qué bueno Pérez Reverte y tú por incluirlo en tu blog.

Te echaba de menos Anna, que nos tenías abandonados y necesitábamos saber de tí

Anónimo dijo...

A mí este hombre me encanta y no voy a decir nada más que estoy de acuerdo!!!!! qué bueno Pérez Reverte y tú por incluirlo en tu blog.

Te echaba de menos Anna, que nos tenías abandonados y necesitábamos saber de tí

Anónimo dijo...

TU TE REPITES UN POQUITO, ROS...

Anónimo dijo...

jo, se me ha ido sin querer, la emoción de ves post nuevos!!!!

cobarde, da la cara ...

Anna dijo...

PUES ESO DIGO YO, LO DE LOS ANONIMOS ESTA UN POQUITO FEO!!!!!!
OS DEDICO MI SIGUIENTE POST.
Y TU ROS NO DECAIGAS, ESCRIBE TODAS LAS VECES QUE QUIERAS, AUNQUE TE REPITAS!!!!! QUE A MI ME HACE IGUAL DE ILUSION TODAS LAS VECES!!!!
ANONIMO ... VE IDENTIFICANDOTE O MANIFESTANDOTE

Anónimo dijo...

JOPETAS QUE SUSCEPTIBLES ESTÁIS LAS DOS!!!!

QUE EL ANÓNIMO ERA YO....PARA UN DIA QUE SE ME OLVIDA PONER EL NOMBRE....